Durante los siglos que abarcaron el periodo de Al-Ándalus (711–1492), Andalucía vivió una de las etapas más ricas y sofisticadas de su historia. Bajo el dominio musulmán, el cultivo del olivo no solo se mantuvo, sino que alcanzó nuevas cotas de desarrollo técnico, económico y cultural. El aceite de oliva, ya valorado por las civilizaciones anteriores, adquirió aún mayor protagonismo gracias a los conocimientos agrícolas, científicos y gastronómicos introducidos por los andalusíes.
Los árabes heredaron la tradición olivarera de los romanos, pero la perfeccionaron. Aplicaron técnicas avanzadas de riego mediante acequias y norias, introdujeron una planificación agronómica más precisa y fomentaron la diversificación de cultivos. Esta visión integral del paisaje agrícola permitió una mayor productividad y calidad del olivo. Además, realizaron mejoras significativas en los métodos de prensado y conservación del aceite, favoreciendo una producción más refinada y duradera.
En Al-Ándalus, el aceite de oliva no solo era un ingrediente básico en la cocina junto al pan, las hierbas aromáticas y las frutas, sino también un producto esencial en la medicina, la cosmética y la iluminación. Los tratados médicos y botánicos escritos por sabios andalusíes como Ibn al-Baytar o Averroes mencionan el aceite como remedio natural para múltiples dolencias. Era también común su uso en baños públicos (hammams), donde se empleaba para masajes y cuidados de la piel.
Desde un punto de vista económico, el aceite de oliva era uno de los productos más valiosos en los mercados de Al-Ándalus. Se comerciaba dentro y fuera de la península, consolidando la posición de Andalucía como centro productor de un bien codiciado. Las almazaras se multiplicaron, y el paisaje de olivares se extendió por las campiñas de Córdoba, Jaén, Granada y otras zonas de influencia musulmana.
Culturalmente, el aceite formaba parte de la vida diaria y de las tradiciones de la época. Incluso la palabra “aceite” proviene del árabe az-zayt (الزيت), que significa literalmente “el jugo de la aceituna”. Esta huella lingüística es solo una muestra más de la profunda herencia andalusí en el mundo del olivo.
La sabiduría agrícola y el amor por la tierra que caracterizaron a Al-Ándalus se reflejan hoy en la forma en que Andalucía sigue cultivando sus olivares. Cada gota de aceite de oliva virgen extra andaluz encierra siglos de historia, una mezcla única de culturas y un respeto ancestral por el olivo, árbol sagrado del Mediterráneo.
